Una rotura fibrilar se puede producir por sobreesfuerzo que supere su capacidad, por un estiramiento excesivo del músculo, por una contracción brusca del mismo o por un golpe o traumatismo.
Hay músculos que se ven afectados con más frecuencia y suele ser musculatura de las piernas como gemelos, sóleo, isquiotibiales o recto anterior del cuádriceps.
Si crees que tienes una rotura de fibras, lo primero es que pares la actividad deportiva y que realices un reposo relativo. El proceso inflamatorio no es malo, esto es un proceso de reparación del cuerpo y en niveles normales, es ideal que permanezca al menos las primeras 48h de la lesión. Esto quiere decir, que mientras la inflamación no sea exagerada, no te apliques hielo ni tomes sustancias antiinflamatorias en las primeras 48 horas.
Tras este periodo, lo más recomendable es que acudas a un fisioterapeuta que te realice una adecuada valoración. El diagnóstico con ecografía es ideal para ver la magnitud de la afectación.
Hay diferentes niveles de gravedad dependiendo de la cantidad de fibras que se vean afectadas y esto influirá en el tiempo de recuperación.
Si un músculo que ha sufrido una rotura no le damos el tratamiento adecuando cuanto antes puede dar recidivas y llegar a convertirse en un problema crónico. En esa zona de rotura fibrilar o desgarro muscular, se forma una cicatriz y es importante que sea un tejido flexible que permita a la musculatura contraerse con la mayor normalidad posible.